La fórmula simple que hemos aprendido en los últimos años es que los bosques eliminan de la atmósfera el gas CO2 de invernadero, por lo cual los bosques evitan el calentamiento global puede no ser tan simple como pensábamos.
Los bosques pueden absorber y retener el calor directamente y, en al menos una clase de bosque, estos efectos pueden ser lo suficientemente fuertes como para anular una buena parte del beneficio del CO2 disminuido.
Esta es una conclusión de un artículo publicado revista Science por científicos de la Facultad de Química del Instituto Weizmann.
Durante los últimos 10 años, el Instituto Weizmann ha estado operando una estación de investigación en el bosque semiárido Yatir, un bosque de pinos en el límite del desierto del Negev.
Esta estación forma parte de un proyecto mundial llamado FLUXNET, compuesto por más de 400 estaciones, dedicado a la investigación de la relación entre los bosques, la atmósfera y el clima alrededor del mundo.
La contribución de la estación Yatir, dice el profesor Dan Yakir del Departamento de Investigación de Ciencias Ambientales y Energía, es única, ya que “es una de las pocas estaciones en una zona semiárida, que abarca más del 17% de la superficie de la Tierra, y cuenta con el registro más prolongado de los procesos que tienen lugar en los bosques semiáridos.”
Los bosques contrarrestan el “efecto invernadero” eliminando de la atmósfera el CO2 que
captura el calor almacenándolo en árboles vivos. Durante los años de medición, el grupo de Yakir descubrió que, si bien el bosque semiárido no es tan exuberante como los bosques templados del norte, es un sumidero de carbono sorprendentemente bueno – mejor que la mayoría de los bosques de pinos europeos, y a la par con el promedio mundial.
Esta fue una noticia inesperada, tratándose de un bosque ubicado en el límite de un desierto, y significa que existe una verdadera esperanza para los bosques más templados, si las cosas se calientan según las predicciones de futuro cambio global.
Pero los bosques hacen algo más que almacenar CO2, y Yakir, junto con el Doctor Eyal Rotenberg, decidieron observar una imagen más amplia: el “presupuesto total de energía” de un bosque semiárido.
Al comparar el albedo del bosque (la cantidad de luz solar reflejada de su superficie al espacio) con el albedo de la zona adyacente de matorral arbustivo abierto, obtuvieron el primer indicio de que otros procesos podrían estar contrarrestando el efecto refrigerante de la absorción de CO2.
Descubrieron que las copas oscuras del bosque tienen un albedo mucho menor, y absorben bastante más energía solar que la superficie pálida y reflectiva de las áreas circundantes.
En un entorno sin nubes, con altos niveles de radiación solar, el albedo se convierte en un importante factor en el calentamiento de la superficie.
A continuación, los investigadores estudiaron los mecanismos de “climatización” dentro del bosque mismo. Para refrescarse, los árboles en las zonas más húmedas del mundo, utilizan sistemas de agua refrigerada, abriendo poros en sus hojas y simplemente dejando que parte del agua se evapore, eliminando calor en este proceso.
Sin embargo, el bosque de pinos semiárido, con su suministro limitado de agua, no es adecuado para la evaporación. Los científicos descubrieron que el bosque cuenta con un sistema alternativo y eficiente de enfriamiento del aire.
Dado que los bosques semiáridos no son tan densos como los bosques templados, el aire en los espacios abiertos entre los árboles entra en contacto con una vasta superficie, y el calor puede ser fácilmente transferido de las hojas a las corrientes de aire.
Este sistema de enfriamiento de aire semiárido es considerablemente eficiente para el
enfriamiento de las copas de los árboles; y este enfriamiento, a su vez, conduce a una reducción de la radiación infrarroja (térmica) en el espacio.
En otras palabras, mientras que los bosques semiáridos pueden enfriarse por sí mismos lo suficiente como para sobrevivir y absorber carbono, absorben más energía de la radiación solar (a través del efecto albedo) y retienen más de esta energía (mediante la supresión de la emisión de radiación infrarroja).
Juntos, estos efectos resultaron ser más fuertes de lo que los científicos habían previsto.
“Si bien las cifras varían según la ubicación y las condiciones”, dice Yakir, “ahora sabemos que pasarán décadas de crecimiento de los bosques hasta que la absorción del CO2 “refrigerante” pueda superar estos procesos opuestos de “calentamiento”.
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Mas tarde, Yakir y Rotenberg se hicieron una pregunta más: si la plantación de bosques semiáridos puede conducir al calentamiento durante una buena parte de sus ciclos de vida, ¿qué sucede cuando el proceso opuesto (la desertificación) ocurre?
Al aplicar lo aprendido a los datos existentes de zonas que se han convertido en desierto, encontraron que la desertificación, en vez de acelerar el calentamiento global, como se suele pensar, en realidad lo ha mitigado, al menos a corto plazo.
Al reflejar la luz del sol y liberar rayos infrarrojos, la desertificación de tierras semiáridas en los últimos 35 años ha retrasado el calentamiento global hasta un 20%, en comparación con el efecto esperado del aumento de CO2 en el mismo período.
Y en un mundo en el que la desertificación continúa a razón de unos seis millones de hectáreas al año, estas noticias pueden tener un efecto significativo en cómo estimamos los índices y la magnitud del cambio climático.
Yakir nos dice: “En conjunto, los bosques siguen siendo estabilizadores climáticos sumamente importantes (por no mencionar los otros servicios ecológicos que proporcionan), pero existen intercambios, como aquellas entre los presupuestos de absorcion de carbono y de radiación de la superficie, que debemos tener en cuenta al predecir el futuro.”
Fuente: http://diarioecologia.com/el-efecto-invernadero-es-muy-distinto-a-como-te-lo-contaron/